30 de abril de 2011

Me cuidabas del dolor, del frío que mi cuerpo experimentaba antes de conocerte, del llanto improvisando en las noches, del vacío los domingos y la ansiedad de lunes a viernes. Abriste tu alma, me mostraste tu verdadero yo, me dejaste atravesar ese muro al que a todos les prohibias traspasar. Me diste todo el cariño que nunca nadie me dio en mis 15 años de vida, te llevaste bien lejos los problemas y me acorralaste entre palabras que de a poco me hicieron sentir como en casa. Te adueñaste de mi cuerpo y alma y hiciste tuya la importancia de mi vida, de mis suspiros y respiración. Me mantuviste viva, recordandome aquellas pequeñas cosas que uno suele olvidar. Recé, una y otra vez, me rogué a mi misma, que nada ni nadie te alejase de mi. 

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