30 de abril de 2011

Creo que ya te has olvidado de mi, todavía no se si me duele asumirlo porque más me dolió saber que así era. Tuve que convencerme de no preguntarme más acerca de vos porque no tener respuesta a nada es algo desesperante y sobre todo, cuando esa persona sigue respirando, al igual que uno, sobre la misma tierra, bajo la misma luna. Papa me pregunta por que veo siempre la luna llena. Nota como me quedo, mirándola, analizándola, preguntándome si estarás haciendo lo mismo que yo, mirando lo único que nos une ahora. Cuando te escribo, me voy, me ausento donde esté porque me encargo de concentrarme en vos, en los pocos minutos que ya te dedico. Si de algo me culpo es de no poder retenerte un poco más. De no poder ser tan egoísta como vos, de decirte, de obligarte a quedarte como vos lo hiciste al irte, obligándome a encontrar razones, a seguir sin vos. No te gastaste en preguntarme que sucedía en mi vida, sólo tuviste que abrir la puerta de mi corazón y cerrarla tras tuyo. Y para serte franca, nada me costó más que dejar de lado lo que me unía a vos, quizás porque eras lo único que tenía, mi sostén. No hablo de olvido porque como bien sabes, no creo que exista tal cosa, ni que el ser humano posea la capacidad de olvidar. No borramos, almacenamos. Y si bien, querría poder hacerlo, es teoricamente imposible y mucho más con vos. Cuando leo ciertos libros, te encuentro. Muy a menudo te encuentro en las canciones, en frases y en momentos en que desearía que estuvieras, que nunca te hubieras ido porque yo se que vos sabes que te necesito pero te has empeñado en creer que es lo mejor para mí cuando en verdad, lo mejor pudo pasarme fue tenerte, haberte encontrado y haber reconocido que todo lo que necesitaba, todas aquellas cosas que me complementaban, estaban en vos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario